En Capernaum, Jesús estaba en una casa (probablemente la de Pedro) y pronto se llenó de gente hambrienta de escuchar Su palabra. Entre ellos, cuatro amigos llegaron cargando a un paralítico. La multitud era un obstáculo, pero no se rindieron: subieron al techo y abrieron un hueco para bajarlo justo delante de Jesús.
Ellos tenían todas las excusas para rendirse: no podían entrar, la multitud era demasiada, era incómodo romper el techo. Pero determinaron que encontrarían la forma de llegar a Jesús.
Lo primero que tenían era el NO, pero salieron a buscar el SÍ.
¿Cuántas veces aceptamos un “NO” sin pelear por el “SÍ” de Dios?
Job 22:28 — “Determinarás asimismo una cosa, y te será firme…”
Jesús vio la fe de ellos y actuó. La fe verdadera no es huérfana: siempre busca a su Autor.
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” — Hebreos 12:2.
Estos amigos no se rindieron porque creían que Jesús era la única respuesta.
Jesús miró al paralítico y le dijo: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.”
Más allá de sanar su cuerpo, primero sanó su corazón.
1 Juan 1:9 — Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar…
Tu mayor motivo de ánimo hoy: ¡Tus pecados son perdonados!
Nada es más grande que esto.
El milagro fue total: el hombre se levantó, cargó su lecho y salió caminando delante de todos. La multitud se asombró y glorificó a Dios.
La parálisis del corazón es la más peligrosa: no permitas que nada te impida acercarte a Jesús.