“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”
(Apocalipsis 22:14)
1. Maranatha “ Ven Señor Jesús”
La palabra “Maranatha” era el clamor constante de los primeros cristianos: “¡Ven, Señor!”
No era solo una frase, sino una forma de vivir. En medio de persecuciones, pérdidas y miedo, ellos encontraban fortaleza al recordar que Jesús prometió volver.
Así también hoy, en medio de la confusión y la injusticia del mundo, necesitamos mantener esa esperanza viva.
No se trata de una espera resignada, sino de una esperanza que nos impulsa a vivir en santidad, amor y fe.
“El que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:3)
2. Guardar las palabras del Señor
Apocalipsis dice: “Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía.”
Guardar no es solo conocer, sino atesorar, obedecer y vivir lo que Dios dice.
Zacarías, el padre de Juan el Bautista, aprendió esto de una forma profunda. Aunque al principio dudó del mensaje del ángel, no dejó que su corazón se endureciera. Esperó con fe hasta ver cumplida la promesa.
Cuando escribió obedientemente: “Juan es su nombre”, su boca fue abierta, y sus palabras se transformaron en alabanza.
Dios restaura la voz de quienes guardan su palabra en el corazón.
Si hoy sentís que tu voz se apagó por la duda o el cansancio, recordá que la fe renueva la voz y restaura el gozo.
3. Cuidar el corazón para poder oír
Un corazón endurecido, como el del faraón, escucha, pero no guarda. Sólo retiene lo que le conviene.
Pero un corazón humilde —como el de Zacarías o el de Juan— oye, guarda y obedece.
El mensaje de Dios no puede ser entendido por quien no está dispuesto a rendirse.
Por eso Jesús decía:
“El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mateo 11:15)
Pidamos al Señor un corazón sensible, que escuche su voz incluso en medio del ruido del mundo.
4. Lavar nuestras ropas cada día
“Bienaventurados los que lavan sus ropas…” (Ap. 22:14)
Esto no habla solo del perdón inicial, sino de una vida diaria de limpieza y consagración.
Así como los santos en el cielo lavaron sus vestiduras en la sangre del Cordero (Ap. 7:14), nosotros también somos llamados a mantenernos puros en un mundo que contamina.
Cada vez que nos arrepentimos, que elegimos la verdad en lugar de la mentira, que perdonamos, que servimos con amor… estamos lavando nuestras ropas y preparándonos para su regreso.
5. El llamado del Espíritu y la Esposa
“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven…” (Ap. 22:17)
El mensaje Maranatha no es solo un deseo, es una invitación abierta:
A los que oyen, a los que tienen sed, a los que buscan vida.
El Espíritu Santo y la Iglesia claman juntos por el regreso del Señor, pero también por que muchos más vengan a conocerlo.
Nuestra misión mientras esperamos no es escondernos, sino invitar.
Hasta que Él venga, seguimos diciendo: “Ven Señor Jesús”, y los que oyen dirán también “Ven Señor Jesús”.
Así como los primeros cristianos se saludaban diciendo “Maranatha”, también nosotros podemos recordarnos cada día que no vivimos para este mundo, sino para el que viene.
La esperanza del regreso de Jesús no nos aleja de la realidad, sino que nos da fuerza para enfrentarla con fe, pureza y amor.