Nuestro propósito principal como cristianos no es vivir para nosotros mismos, sino para glorificar a Cristo en todo lo que hacemos. Desde lo más simple, como comer o beber, hasta las decisiones más importantes de la vida, todo debe apuntar a honrar al Señor.
Muchas veces nos dejamos llevar por el ritmo del mundo, buscando aprobación, comodidad o éxito personal, olvidando que fuimos creados y salvados con un
propósito eterno: reflejar a Cristo en nuestra manera de vivir.
Esto no significa vivir una vida perfecta, sino rendida. Una vida que diga “sí” a Dios cada día, incluso cuando cueste, incluso cuando otros no lo entiendan.
Vivir para glorificar a Cristo implica:
Renunciar a nuestras propias agendas para abrazar Su voluntad.
Ser luz en medio de la oscuridad, mostrando el carácter de Jesús en nuestras acciones y palabras.
Reconocer que cada área de nuestra vida puede ser un altar donde Cristo sea exaltado.
Te animo hoy a revisar tu corazón y preguntarte: ¿Estoy viviendo para mí o para Cristo? ¿Estoy buscando agradar a Dios con mis decisiones, actitudes y motivaciones?
Que cada día podamos tomar decisiones que reflejen nuestro amor por Jesús, y que otros, al vernos, puedan decir: “Esa persona vive para Cristo”